Los hondureños tenemos un país con contrastes de película. En buen cine, nuestra realidad ganaría premios Oscar. Recientemente el Banco Mundial informó que Honduras crece más que otros países. El país tiene la segunda taza de crecimiento más alta en Centro América. Está por encima del promedio en América Latina y el Caribe. ¡Medalla de plata! También el organismo financiero confirma la principal contradicción de país. Honduras enfrenta altos niveles de pobreza y desigualdad.
Según Ismael Moreno (padre Melo), del Equipo de Reflexión, Investigación y Comunicación (ERIC), en Honduras hay 215 millonarios. Estos acumulan 30 mil millones de dólares. En este segmento están los que gobiernan el país. Ese reducido grupo no conoce, de crisis. No la ve en ningún lado. Tampoco sus sirvientes.
En el año 2016, el Instituto de Estadísticas y Censos (INE) informó que, el 60% de los hondureños estaban pobres. Ya para el 2023, setenta y tres de cada cien vive en pobreza y el 53, en extrema pobreza.
La línea constante no desaparece. En mayo del 2022, Honduras estaba en segundo lugar como país más pobre del hemisferio occidental (Banco Mundial). Hoy se conoce que uno de cada seis hondureños vivimos con menos de 1,9 dólares cada día.
Escuchen hipócritas, violentos, dementes: ¡Comer es un derecho humano!
En el Foro Mundial de la Alimentación en Roma, octubre 2022, la presidenta de Honduras denunció la injusticia que provoca el hambre. Doña Xiomara Castro le espetó al rostro de los líderes mundiales que “Hay mucha hipocresía en este mundo cuando pretendemos que la pobreza y el hambre no tienen nada que ver con la violencia demencial del Complejo industrial militar financiero del primer mundo a quienes no les interesa la paz”.
Alzó la vos de los sufrientes. La presidenta habló por los millones de habitantes que padecen hambre crónica desde Etiopía hasta Haití. ¡Honduras incluida claro está!
Castro de Zelaya dijo que en Honduras campea la Inseguridad Alimentaria. Es decir que no ingerimos suficientes alimentos.
Aquí el hambre se volvió crónica en los últimos 30 años. El deslizamiento hacia abajo en la situación social y económica de los hondureños profundiza el sufrimiento por hambre. A pesar del Decreto 25-2011.
La Ley de Seguridad Alimentaria Y Nutricional, reconoce que tenemos derecho a una alimentación adecuada. También a los medios para comprarla. Si se cumpliera ese instrumento, entonces en cada hogar, en todo momento habría suficiente alimento seguro y nutritivo. Estaríamos gozando el derecho a vivir una vida activa y sana. El derecho humano a la alimentación fue un acuerdo de la Cumbre Mundial de la Alimentación en 1996.
La Canasta Básica versus Ingresos insuficientes
Son 150 productos que conforman la canasta básica en Honduras. A precios de mercado, en enero 2020 se requerían 10 mil 200 lempiras para que una familia de cinco miembros llevara su comida a casa.
Según reportes en medios de comunicación, en diciembre de 2022 la misma canasta básica se cotiza en 12 mil 400 lempiras. Hubo un incremento de más de 2 mil lempiras.
Para mitigar un poco, este año y el próximo 2023, se aumentó el salario mínimo que deben pagar las empresas a sus trabajadores.
El nuevo salario es entre 10,260 a 13,960 lempiras para el sector construcción. Aunque en realidad los ayudantes de albañiles que son la mayoría, solo reciben 250 lempiras los mejor pagados.
Si comparamos el costo de la comida, con el salario que devenga un trabajador, no le ajusta para comprarla. La familia que en promedio es de cinco miembros, se queda con hambre. Y esta es crónica.
La pregunta del millón, ¿Cómo sobreviven los campesinos? El salario de un jornalero en el sur de Honduras es 120 lempiras por día trabajado. En el aguan arriba y medio aguan, es de 150 lempiras. En el bajo aguan es de 200.
Las trabajadoras domésticas ganan entre 1,000 a 2,000 lempiras en cualquier ciudad pequeña en las zonas fronterizas entre Honduras y El Salvador y Nicaragua. En cambio, en cualquier ciudad del valle del aguan sus salarios oscilan entre 3,000 a 5,000. La diferencia no tiene comentario.
Imaginemos la situación de los trabajadores del campo. Los jornaleros por cuenta propia no ganan ni 7,500 lempiras al mes. Los que logran trabajar 26 días. A veces semanas enteras no hay trabajos remunerados.
Quienes diseñan el costo de la canasta básica, desconocen que los alimentos comprados, en el área rural son mucho más caros.
Si nos atenemos a los teóricos socioeconómicos, la gran mayoría vivimos en situación de pobreza relativa. O sea que nuestros ingresos son inferiores al costo de la canasta básica. Aún más, son menores al precio de la canasta básica de alimentos. Entonces ¿cómo se le denomina a la pobreza que viven los habitantes de las aldeas y caseríos remotos?
Tal como dicen coloquialmente algunos en la mosquitia hondureña… “¡no sale cabeza piensa!”.
¿Por qué hay hambre en Honduras?
Cantemos: …” donde hay tierras para todos los que quieran trabajar…” ¿la recuerda? “Póngale la musiquita”. Conozca Honduras.
Hace unos cincuenta años, se decía con orgullo que Honduras era el granero de Centroamérica. Aunque para ser honestos también los nicaragüenses afirman lo mismo de su zona norte.
Una hipótesis que manejan los investigadores sociales es que todo se derrumbó con la entrada del neoliberalismo impuesto a nuestro país. El campo hondureño se volvió deficitario en producción de alimentos cuando se dio al traste con la reforma agraria. La Ley de Modernización y Desarrollo Agrícola hizo retroceder la producción en el campo. Se suponía que era para lo contrario.
A ello se agrega que el Tratado de Libre Comercio (CAFTA-DR), fue el tiro de gracia para los pequeños y medianos productores. A partir de ese, la seguridad alimentaria sigue siendo una asignatura pendiente. El estado de Honduras se aplazó. No pudo cumplir con su tarea de erradicar el hambre al año 2015. Y menos pudo reducir el número de personas desnutridas.
Actualmente, un 74 % de hondureños vivimos en pobreza. De acuerdo con datos del INE, la población rural campesina es en un 67 % más pobre. Ocho de cada diez personas que padecen hambre, viven donde hay abundantes tierras y otros recursos. Pero estos “bienes comunes” están acaparados en pocas manos.
Es de señalar que la inseguridad alimentaria afecta más a las mujeres. Y especialmente a los niños. O sea que “el futuro de la patria” crece famélico.
¡Ojo! Seguridad alimentaria no quiere decir soberanía
Todos los pueblos tienen derecho a definir cómo garantizarse la alimentación. También a que se respete su cultura y modos de producción. Es a lo que se denomina soberanía alimentaria.
Ese fue el espíritu del Foro Mundial sobre Soberanía Alimentaria, en la Habana Cuba, septiembre 2001.
Ahora bien, Después del CAFTA-DR, es un crimen hablar de esa soberanía alimentaria en Honduras. Muchos líderes sociales y campesinos han pagado con sangre y sus vidas, su activismo por lograr esa soberanía. 154 mujeres y 758 hombres guardan prisión y existen 2 962 personas procesados por el Estado. Otros más de siete mil son perseguidos por la “justicia” criminalizados por pretender contar con tierras para trabajar.
De acuerdo con la organización Vía Campesina el Ministerio Público, jueces, policías, militares, terratenientes y empresas extractivistas crean más violencia en el país
Amparadas en el CAFTA-DR, solo las transnacionales ligadas al negocio de los alimentos son soberanas. Además de su poder regulatorio, los TLC, brindan a las corporaciones acceso a recursos naturales, mano de obra y nuevos mercados. Los consorcios logran garantías y derechos que los productores nacionales, ni los campesinos tienen. O sea, los inversionistas gozan de protección estatal. Y someten a los gobiernos.
En Honduras escasearon el maíz, frijoles, maicillo y arroz desde mayo de 2022. Ello hizo que las autoridades tomaran decisiones de emergencia.
Desde el Estado, se impulsa la entrega del Bono Tecnológico Productivo. Dan a los pequeños productores de subsistencia un quintal de fertilizantes, 20 libras de semilla de frijol o de maíz. Un kilo de fertilizante foliar. Un frasco de 100 ml, con insecticida y un kilo de fungicida. Aunque muchos campesinos empobrecidos que lo necesitan se quedan sin recibirlo. Además, con el afán de reportar más alcance quienes reciben en para un ciclo quedan excluidos para el siguiente. Se han denunciado casos y lugares donde se entregan incompletos sin dar mayores explicaciones. Y se escuchan denuncias que algunas cantidades de insumos van a dar a manos de los comerciantes locales. Incluso algunos dueños de pulpería y cantinas que no cultivan ni papas. Pero se supone que se usan para incrementar la producción.
Y la solución ¿cuál es pues?
Aunque sea “prohibitivo” para los países productores de materias primas, los subsidios a la agricultura deben ser permanentes. Aunque una solución a largo plazo será hacer que los campesinos tengan su propia parcela de tierra para cultivo. Debe enfrentarse el ilegal acaparamiento de tierras por parte de los grandes latifundistas. De no hacerlo, cualquier acción resultará ser “pan para hoy y hambre para mañana”.
El Estado debe brindar apoyo directo sin discriminaciones de ningún tipo a quienes se dedican al cultivo de alimentos. Primero debe realizarse un verdadero censo agropecuario. Honduras desde hace casi treinta años no cuenta con información agrícola actualizada.
Los productores de alimentos básicos deben recibir además de tierras fértiles, asistencia técnica y créditos a bajos intereses. La ayuda debe llegar tanto a los pequeños campesinos como a los medianos empresarios del sector privado. Los productores en el campo, con apoyo del Estado, aumentarán la producción y ventas, accederán a los mercados y tendrán más ganancias. Solo así ampliaran su capacidad de generar más puestos de trabajo y mejorar los salarios de hambre que devengan los trabajadores en las fincas.
La fotografía usada en este artículo es cortesía de Oxfam/ Pablo Tosco
Por Guillermo Meza Ávila.

No hay comentarios:
Publicar un comentario